Un edificio de 250 metros de altura y 60 plantas ocupa ahora el número 56 de la calle Leonard, en la zona de Tribeca.
La zona, que cada vez cuenta con más construcciones firmadas por arquitectos de renombre, está de moda y el rascacielos de lujo firmado por Herzog&deMeuron destaca en ella.
La torre mide 250 metros divididos en 60 plantas.
Nueva York -Manhattan, en realidad- está volviendo a cambiar de faz; desde antes de la crisis de 2008 no se veían tantas grúas en movimiento. En el horizonte van surgiendo nuevos rascacielos y otros edificios de formas novedosas prolegómeno de muchos otros que veremos en los próximos años. Lo que caracteriza este renovado entusiasmo constructivo -Zona Cero al margen- es que gran parte de los flamantes inmuebles se destinan a viviendas de lujo y muchos los firman arquitectos con premio Pritzker en su currículo (Tadao Ando, Renzo Piano, Jean Nouvel, Shigeru Ban, Alvaro Siza…). Siguiendo una tendencia que se extiende a otras grandes metrópolis -Londres, Hong Kong, Dubai…-, el resultado es cada vez hay menos sitio para los que no tienen cuentas corrientes desahogadas. Desde un punto de vista arquitectónico, supone que su skyline está a punto de sufrir una transformación radical.
Ya se atisba el resultado observando una torre recién terminada, el número 56 de la calle Leonard, en pleno barrio de Tribeca, un lego acristalado de 250 metros de altura y 60 plantas que firma el estudio suizo de Herzog&deMeuron. El proyecto estuvo parado entre 2008, año de la crisis, y 2011. Este otoño se acabaron las obras y ahora se están acondicionando los pisos. Su inconfundible silueta es debida a las vertiginosas terrazas de las plantas superiores, ocupadas por diez lujosos penthouses. El objetivo con esta arriesgada forma fue “huir de la repetición y el anonimato”. Los arquitectos creen que así se han diseñado hasta ahora los rascacielos, salvo honrosas excepciones.
“Para quien vive en este tipo de viviendas tan monótonas la experiencia espacial puede resultar muy frustrante. Nosotros hemos querido hacerla más personal, incluso más íntima”, explica la pareja, que también se encargó del interiorismo, desde los azulejos que vestirán los cuartos de baño hasta la configuración de los extractores de la cocina. Una abombada escultura de metal concebida por el artista indio Anish Kapoor, de siete millones de euros, se insertará junto a la entrada, preludio de todos los lujos que esperan dentro, como las zonas comunes entre las plantas novena y décima, con piscina climatizada de 23 metros de largo, gimnasio, spa, guardería, sala de conferencias y teatro. Más de 1.500 metros cuadrados de espacios para el ocio listos parar que los disfruten los flamantes propietarios de los 145 apartamentos de esta nueva joya de las calles de Nueva York.
La pareja de arquitectos también se ha encargado de todos los detalles del interiorismo.
Los pisos tienen en común un interiorismo discreto y escultural. El hormigón visto se combina con otros acabados como el mármol de Thassos, la piedra travertina, las maderas naturales, el granito negro, los metales pulidos o los lacados en negro. En estos momentos sólo quedan a la venta un apartamento de una habitación y uno de los penthouse, un auténtico capricho de cuatro dormitorios con chimenea, cocina en isleta con forma de piano, terraza y esos largos ventanales desde los que divisar Manhattan en su plenitud. Eso sí, el precio de las propiedades del rascacielos oscila entre entre 2,5 y 40 millones de euros.
Render donde se aprecian las vertiginosas terrazas de las plantas superiores, ocupadas por diez lujosos penthouses.
Los ventanales con vistas a la Gran Manzana son uno de los grandes atractivos de este rascacielos.